martes, 25 de enero de 2011

Whanganui-a-Tara (Wellington)

La capital más meridional del mundo es conocida por los neozelandeses como “Windy Wellington” ya que es habitual allí estar despeinado por el viento, un fenómeno meteorológico que en invierno alcanza el calificativo de vendaval. La ciudad está situada sobre una falla geológica activa, esto hace que el terreno se haya elevado bruscamente en forma de colinas y las vistas sean espléndidas. Además de la falla principal que atraviesa la ciudad existen cientos de ellas más pequeñas en los alrededores; definitivamente una zona de alta actividad sísmica. El gran terremoto de 1855 destruyó la mayoría de los edificios de Wellington, por eso desde entonces se ha optado por construir en madera para dotar de mayor flexibilidad a las construcciones.

Wellington soleada - una rareza
Nuestros días en “Whanganui-a-Tara”, llamada así por los Maoríes, fueron familiares, de relax, paseos y festejos. Llegamos a la casa de Mariana el 23 de Diciembre, a tiempo para elaborar juntos la cena navideña que consistió en una entrada de jamón crudo y queso halloumi, de plato principal cordero a la parrilla, papas al horno bien crocantes y ensalada capresse, para culminar con una suntuosa mouse de chocolate de postre. ¡Delicioso! Las bebas se durmieron temprano así que los mayores nos abocamos a comer, beber, charlar y abrir regalitos.
Two Generations Navidad en Oceanía

Mothers and Daughters
En los días soleados visitamos algunas playitas de los alrededores: Raumati beach, Scorching Bay y Petone Foreshore.

Raumati Beach



Arena hasta en la lengua

La bella Scorching Bay

Peinada por el mar

Otro de los paseos bonitos de Wellington fue visitar su Jardín Botánico, una extensión de 25 hectáreas de bosque nativo sobre la ladera de una colina, en el centro de la ciudad. Desde la cima del Jardín Botánico se puede tomar un “cable car”, pintoresco tranvía antiguo, que te baja directo al distrito central de los negocios de Wellington.

Bellezas del Jardín Botánico
Cable car del Botánico hacia la ciudad

Jugando a ser bomberos

Coronamos nuestro viaje a Oceanía con una cena de Año Nuevo divertidísima, a la que se unieron a último momento dos inesperadas visitas. Por un lado, María Néctar (la hermana mayor de los Adjemian) que se vino raudamente desde Argentina en un arrebato de viaje que se apoderó de ella 2 días antes del 2011. Por otro lado, Christobal, el querido amigo chileno de Diego, que no había podido venir para Navidad, quedando varado en su auto camino al aeropuerto en una "Noche" que no fue tan "Buena". Fue una cena variadísima en texturas, colores y sabores acompañada principalmente por un pisco sour espeluznante que llenó la noche de risas y baile. La cena siguió la melodía de un concurso de músicas del mundo, en el que cada uno debía poner un tema que acompasara el ritmo del momento sin repetir el género y otros detalles, recibiendo un voto positivo o negativo por los comensales.
Un fin de año de corazones contentos, una excelente manera de dar cierre a un viaje de aventuras por un continente hasta entonces desconocido.




Descubriendo el mundo a contraluz

miércoles, 19 de enero de 2011

Fotos de las "Kiwirodantes"

La primer campervan- Isla del Norte

Desayunando en pijamas

Comedor-cocina

El estar

La segunda camper - Isla del Sur

La campervan por dentro

Modelo en las Alturas

Comedor externo
La meme con la Luna (lámpara del techo)

Auspiciados por AVENT

lunes, 10 de enero de 2011

Mount Cook - Akaroa

De Wanaka a Mt Cook

Nuestro anhelo de ver “Mount Cook” imponente, con su pico nevado, vigilando el valle que rodea al lago “Pukaki” de un espléndido celeste intenso, no pudo ser. No porque no llegáramos hasta sus pies sino por la tormenta que lo envolvía. Lo llaman “el perforador de nubes” precisamente porque está siempre camuflado entre ellas. Tal vez solo aquel que lo escala tiene la suerte de apreciarlo de cerca, como el reconocido Sir Edmund Hillary quien se entrenó en Mount Cook para luego ser el primer hombre en escalar el Monte Everest. Una de las propuestas más tentadoras de la zona es sobrevolarlo y aterrizar sobre uno de los glaciares más importantes de NZ, el Tasman Glacier, avistando otras dos grandiosas masas de hielo. Nos acercamos tentados de vuelo, pero cada km avanzado hacia el Monte acentuaba la lluvia. Cuando llegamos al pueblito de Mount Cook, el diluvio era universal!
Lake Pukaki
De un Celeste intenso

Desandamos nuestros pasos huyendo de la tormenta. Unos km más adelante almorzamos a pleno sol frente al lago Tekapo, observando a lo lejos la tempestad que ilustraba nuestro horizonte. Hicimos noche en Fairlie.
Al día siguiente, nuestro último día de camper, rumbeamos hacia Akaroa, el destino final antes de regresar a Wellington a pasar las fiestas. Akaroa es el único asentamiento colonial francés de la isla; acunada entre montañas, conserva su estilo y tiene una playa bonita. Queda a 80km de Christchurch donde debíamos devolver la campervan y tomarnos un avión a Welli por la tarde. Como en prácticamente todos los lugares de por acá, no son más de 15 manzanas. Es muy curioso que en todo NZ sean solo 4.3 millones de habitantes, de los cuales 3.8 viven en las grandes ciudades. Fuera de ellas, son todos pueblos chicos que viven del campo y del turismo.


Akaroa

Juampi y Kala descendiendo al pueblito

Kalita aparte de perseguir un grupo de patos por todo el camping, se empapó en la playa. Le está perdiendo el miedo al agua y se tira contra las olas muerta de risa. Este viaje está resultando un gran aprendizaje para ella en muchos sentidos, ha aprendido a distinguir entre el cielo y las nubes, la montaña y el agua, el césped y la tierra, los patos de los pájaros, la catarata de la lluvia… ¡divertido, educativo y ecológico sobre todo!


Kala en su camita de la casilla rodante
El pueblito de Akaroa
Muelle de Akaroa

















Playita de Akaroa


Como las islas están más o menos en la misma latitud que la Patagonia, en verano oscurece muy tarde, a las 10 de la noche recién se presenta el ocaso. La macana en esta cultura, que en realidad es para sacarse el sombrero considerando lo que aporta a la calidad de vida, pero descoloca un tanto al turista, es que todo cierra a las 5 de la tarde (6pm los más osados) y no hay tu tía. Si estás adentro de un negocio y se hace la hora, te cierran la persiana en la cabeza, no tienen problema. En Akaroa a la hora de la siesta hacía mucho calor, asi que recién bajamos a la playa (estábamos en la cima de una montañita) a las 17h cuando bajó un poco la intensidad del sol. No tuvimos chance de ver nada, ni comer nada, porque todo había cerrado. Parecía un pueblo abandonado.
El 23 de Diciembre, manejamos hasta el aeropuerto de Christchurch donde devolvimos la querida kiwirodante y nos tomamos un avioncito de Jet Star a Wellington. Mariana, Diego y Emma nos esperaban en el aeropuerto. Nos contaron que había llovido desde que nos habíamos ido y ese era el primer día de sol. En Welli llueve mucho, hay viento casi todo el tiempo y poco sol, el clima definitivamente no es su fuerte, sin embargo y por suerte, tuvimos sol casi todos los días.

martes, 28 de diciembre de 2010

De Te Anau a Wanaka

Te Anau es el pueblito base desde donde se puede visitar Milford Sound, Doubtful Sound y otras cuevas de gusanos luminosos que hay por la zona. Es la puerta al Parque Nacional Fiorland y para los que viajamos en campervan es el stop obligado para abastecerse, organizar alguna excursión y emprender la aventura. También este pueblo respira la frescura de un lago adorable.


El camping que elegimos de Te Anau queda frente al lago y sondeándolo entre todos los lugares en los que hemos parado, creemos que se lleva los laureles. Es un gran parque verde con árboles grandes, espacios de sombra y unas instalaciones de lujo. Nos quedamos antes de ir a Milford Sound y a la vuelta de nuestra excursión, ambos días fueron soleados y agradables, que disfrutamos en la playa y paseando por el pueblito.



De Te Anau comenzamos el regreso con la intención de quedarnos en Glenorchy: “the gateaway to Paradise”, a 45km de Queenstown. Algunas de las caminatas propuestas desde aquí tal vez conducían al paraíso, pero no estaba en nuestros planes emprender una escalada con Kala, llovía mucho, hacía frío y el pueblito en sí no nos decía nada. Contemplamos un rato el lago bajo los árboles, pero volvimos finalmente a Queenstown. Esta vez nos quedamos en otro camping, no tan en el centro de la ciudad, y fue mucho mejor. El clima cambió rotundamente, como suele pasar en Nueva Zelanda, y disfrutamos de un día precioso.


Al día siguiente, nuestro destino fue Wanaka, conocida como la pequeña Queenstown, a unos 60km al norte de la “gran ciudad”. En el camino nos detuvimos en un pueblito minero que surgió con el auge del oro en la década de 1860: Arrowtown. Es un poblado precioso a orillas del río Arrow que conserva un estilo “lejano oeste” muy atractivo. Las construcciones son de época, recicladas en negocios de diseño, restaurantes, heladerías y hasta hay una panadería con todo lo que pidas “gluten-free”! Encantador.





A Wanaka llegamos al medio día. Acogedora y soleada, nos esperaba entre montañas bordeando un lago sureño. Recorrimos un par de Holiday Parks hasta elegir el más indicado, que resultó ser el más céntrico llamativamente, amplio y bonito, a pocas cuadras del lago. Estacionamos nuestra camper bajo un gran árbol de Walnuts; intentamos cocinar algunas al fuego, pero no resultó! Wanaka nos encantó, luego de almorzar, pasamos el día en el lago. Al volver al camping nos pusimos a saltar en una cama elástica los tres! Nos matamos de risa viéndola a Kala en su caminata lunar, cruzaba la cama de punta a punta riéndose a carcajadas. Culminamos el show haciéndola saltar con la canción del sapo pepe. Fue un parque de diversiones para ella (y para nosotros más!). Cuando nos conocimos fuimos a San Rafael (Mendoza) y en el lugar donde nos quedamos en el Río Atuel también había una cama elástica, así que para nosotros es todo un símbolo. Volvimos a jugar como niños aunque esta vez siendo 3.





A la noche estábamos disfrutando de una linda tormenta en la camper (realmente es encantador dormir escuchando la lluvia!) hasta que se empezaron a desprender walnuts del árbol y a caer sobre nuestro techo. Como el seguro protege todo menos el techo del vehículo, tuvimos que empaparnos para desenchufar todo y correrla en medio de la tormenta. Menos mal porque al otro día el lugar donde estábamos se había inundado!

martes, 21 de diciembre de 2010

Milford Sound

Finalmente llegamos a la soñada excursión de Milford Sound, promocionada como la octava maravilla del mundo, el lugar imperdible de Nueva Zelanda … y cuando la expectativa es tan grande, el desencanto por lo general viene de la mano.
“Sound” en este contexto se refiere a una formación geográfica, es como un gran cañadón entre fiordos que ingresa desde el océano. Fiorland es un parque nacional enorme renombrado en el mundo por un par de caminatas famosas que duran entre 3 y 4 días, y que los interesados reservan con meses de anticipación, especialmente en el verano. El que no consiguió lugar para caminar, anda flojo de voluntad, o tiene una niña de un año, puede hacer la excursión en barco, como lo hicimos nosotros. La excursión consiste en navegar por un lado del fiordo y volver por el otro, observando cataratas en el camino, focas, delfines que no vimos por el clima, y estas formaciones rocosas interesantes que te rodean.


Catarata en Milford Sound

El clima fue tal vez lo que empañó un poco el alma, esperábamos un sol radiante que nos dejara ver los fiordos a la distancia, o al menos un par de ellos juntos! No solo llovía, sino que las nubes parecían nacer del agua, por momentos era tal la niebla que no se veía a 10 metros de distancia.

Comienzo del Cruise

Entre tinieblas

Por lo tanto apreciábamos solo aquello a lo que nos acercábamos, después parecía un viaje fantasma. Obviamente que esto también tiene su encanto y sacamos fotos muy bellas, pero no fue nada que nos deslumbrara, un bonito lugar para conocer desde ya.

Milford con viento

Resguardados del viento
El día que llegamos a Milford también llovía y hacía mucho calor. En los momentos en que se despejaba un poco intentábamos sacar a Kala de la camper porque ya estaba como una fiera enjaulada. Sin embargo, así como poníamos pie en el suelo volvíamos a subir porque había unas mosquitas diminutas insoportables que te atacaban en malón. Al principio pensamos que eran solo mosquitas inofensivas, hasta que después de un rato de merodearte, te hincaban el diente y no te quedaba otra que empezar a los cachetazos. En cada manotón sentías que aplastabas a 50, un asco, pero no sé cómo se las ingeniaban para ser siempre un millón dándote vueltas. Alquilamos un par de juegos para ver si entreteníamos a Kala con algo, pero hacía mucho calor en la kiwirodante ya que no podíamos abrir ninguna ventana por las desdichadas mosquitas y con el aire acondicionado de la cabina a todo lo que daba no alcanzaba! En un flash de sol, nos alistamos para bajar al río a tomar unos mates. Ilusos! Mientras íbamos haciendo posta para bajar a Kala por las rocas, fue una lucha total con las malditas moscas chupa sangre.

El rio al que intentamos descender

Cuando finalmente llegamos al río el panorama era peor, Kala nos miraba con cara de asco y lloriqueando, rodeada por una nube negra que la mordisqueaba, asi que ni llegamos a bajar las cosas al suelo que salimos disparados de nuevo a la camper. Un lugar tan hermoso y que no se pueda disfrutar por unas insignificantes mosquitas es de no creer! Nos hizo acordar a los moscos de Villa Pehuenia!!!

Bello pero apestado de mosquitas
Seguramente bajo la influencia de otras condiciones atmosféricas y con un buen repelente anti-mosquitas incisivas, la impresión hubiera sido distinta. Como dice el maestro Ganesha: “todo depende”. Pero esto fue lo que nos tocó experimentar, tal vez para recordarnos que las grandes expectativas te alejan de la realidad; mejor conservar “a low profile expectation” y sorprenderte gratamente cuando el universo conspira a tu favor.
Deshielos rocosos camino a Milford


Duendes del bosque
Observando la naturaleza