Te Anau es el pueblito base desde donde se puede visitar Milford Sound, Doubtful Sound y otras cuevas de gusanos luminosos que hay por la zona. Es la puerta al Parque Nacional Fiorland y para los que viajamos en campervan es el stop obligado para abastecerse, organizar alguna excursión y emprender la aventura. También este pueblo respira la frescura de un lago adorable.
El camping que elegimos de Te Anau queda frente al lago y sondeándolo entre todos los lugares en los que hemos parado, creemos que se lleva los laureles. Es un gran parque verde con árboles grandes, espacios de sombra y unas instalaciones de lujo. Nos quedamos antes de ir a Milford Sound y a la vuelta de nuestra excursión, ambos días fueron soleados y agradables, que disfrutamos en la playa y paseando por el pueblito.
De Te Anau comenzamos el regreso con la intención de quedarnos en Glenorchy: “the gateaway to Paradise”, a 45km de Queenstown. Algunas de las caminatas propuestas desde aquí tal vez conducían al paraíso, pero no estaba en nuestros planes emprender una escalada con Kala, llovía mucho, hacía frío y el pueblito en sí no nos decía nada. Contemplamos un rato el lago bajo los árboles, pero volvimos finalmente a Queenstown. Esta vez nos quedamos en otro camping, no tan en el centro de la ciudad, y fue mucho mejor. El clima cambió rotundamente, como suele pasar en Nueva Zelanda, y disfrutamos de un día precioso.
Al día siguiente, nuestro destino fue Wanaka, conocida como la pequeña Queenstown, a unos 60km al norte de la “gran ciudad”. En el camino nos detuvimos en un pueblito minero que surgió con el auge del oro en la década de 1860: Arrowtown. Es un poblado precioso a orillas del río Arrow que conserva un estilo “lejano oeste” muy atractivo. Las construcciones son de época, recicladas en negocios de diseño, restaurantes, heladerías y hasta hay una panadería con todo lo que pidas “gluten-free”! Encantador.
A Wanaka llegamos al medio día. Acogedora y soleada, nos esperaba entre montañas bordeando un lago sureño. Recorrimos un par de Holiday Parks hasta elegir el más indicado, que resultó ser el más céntrico llamativamente, amplio y bonito, a pocas cuadras del lago. Estacionamos nuestra camper bajo un gran árbol de Walnuts; intentamos cocinar algunas al fuego, pero no resultó! Wanaka nos encantó, luego de almorzar, pasamos el día en el lago. Al volver al camping nos pusimos a saltar en una cama elástica los tres! Nos matamos de risa viéndola a Kala en su caminata lunar, cruzaba la cama de punta a punta riéndose a carcajadas. Culminamos el show haciéndola saltar con la canción del sapo pepe. Fue un parque de diversiones para ella (y para nosotros más!). Cuando nos conocimos fuimos a San Rafael (Mendoza) y en el lugar donde nos quedamos en el Río Atuel también había una cama elástica, así que para nosotros es todo un símbolo. Volvimos a jugar como niños aunque esta vez siendo 3.
A la noche estábamos disfrutando de una linda tormenta en la camper (realmente es encantador dormir escuchando la lluvia!) hasta que se empezaron a desprender walnuts del árbol y a caer sobre nuestro techo. Como el seguro protege todo menos el techo del vehículo, tuvimos que empaparnos para desenchufar todo y correrla en medio de la tormenta. Menos mal porque al otro día el lugar donde estábamos se había inundado!
Que viajeeee!
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