De Rotorua fuimos a las Waitomo Caves y luego de la excursión a las cuevas, nos tomó 2 horas y pico viajar de Waitomo a Taupo. Decidimos hacer todo el tour el mismo día para acercarnos a Wellington lo más posible, donde teníamos que devolver la campervan al día siguiente.
Taupo es una ciudad bonita a la vera del lago más grande de Nueva Zelanda, famoso por sus truchas y donde se practican diversos deportes acuáticos. Antes de llegar a la ciudad, almorzamos unos magníficos “prawns” (langostinos) en el turístico “Prawn Park”. Aquí ofrecen todo tipo de platos con langostinos criados en piletas especiales que mantienen a 28° con la ayuda de las aguas termales de la zona. Es un tipo de langostino particular traído de Malasia, grandes y carnosos! Además de un restaurant precioso con un gran deck sobre el río y con platos exquisitos, podés probar tu suerte en el golf para ganar algunos miles de dólares kiwis haciendo “un hoyo en 1” desde una plataforma elevada hacia varios hoyos acuáticos posicionados entre las piletas de prawns. No sé qué onda los langostinos con los pelotazos, pero ustedes creían que estaba todo inventado, no?
Muy cerca de ahí se puede apreciar la llamativa Huka Fall. Esta catarata no impresiona por su altura sino por la potencia y caudal que logra al estar encajonada entre paredes de rocas; aunque lo más bello de observar es el color glaciar de sus aguas.
En la ciudad de Taupo descansamos un rato, con la grata compañía de unos mates, frente al lago, enseñándole a Kala a tirar piedritas al río. Pero había mucho viento, así que volvimos a la ruta para conducir un par de horas más hacia el sur. Hicimos noche en un caserío llamado Taihape, a 3 horas de Wellington. Un día de mucho andar!
Kalita se porta de maravilla: va mirando el paisaje, descubriendo ovejas y vacas por el camino, jugando con nosotros a “¿cómo hace ….?” (los puntos suspensivos se rellenan con toooodo lo que conoce en su mundo de niña, desde un vasto espectro de animales a lo que se nos ocurra que haga sonido (el corazón, la campana, el tren, el bebé, la catarata, el viento… la lista es variada!). Así la divertimos y la distraemos de los momentos de crisis en los que le agarra el “frenesí de la sillita” y ya no quiere saber nada con estar atada al “tutu”. Igual son pocas las veces, sobre todo cuando nosotros nos pasamos de rosca con los recorridos y los tiempos. ¡ Un llamado de atención necesario! Este viaje es también un aprendizaje de cómo viajar en familia, los tiempos cambian, las prioridades se ajustan, los paseos no son generalmente los de los folletos, pero cada segundo tiene otro sentido más profundo.
En “Welli” nos esperaba Mariana con una ricas costillitas de cerdo. Ellos viven en Lower Hutt, un barrio muy bonito de todas casas bajas y algunos centros de compras en las afueras de la ciudad. Aprovechamos a dejar en condiciones la camper y organizar nuestras cosas en la “guest room”. Después del almuerzo, Mariana y Emma nos acompañaron a hacer los trámites de devolución de la camper y de ahí, nos fuimos de paseo al centro. Pasamos a buscar a Diego por el Dominion Post, el diario para el que trabaja, y volvimos a la casa a charlotear y preparar la cena. Al día siguiente, el clima no alentaba demasiado actividades al aire libre, así que Diego nos dejó en el centro rumbo a su trabajo y nos quedamos visitando Te Papa, un museo enorme muy interesante sobre aspectos de Nueva Zelanda, desde arte Maorí, pasando por la historia sísmica del mundo y cómo llegó a afectar a este país, hasta juegos interactivos para nenes enseñándoles sobre la importancia del reciclaje (y muchas cosas más que quedarán para nuestro regreso). En la zona de niños fue donde más disfrutó Kala obviamente, podía tocar cuanta pantalla de computadora se le cruzara en el camino (eran touch screens), y jugó con una nena japonesa, una francesa y otra maorí adentro de un corazón de ballena a escala real. Una mezcla de lenguas que para los niños no es una barrera. Hablando de lenguas, Kala aprendió a decir “bye -bye”, ahora estamos trabajando en el “hello”.
En Wellington en realidad estuvimos solo un par de días porque vamos a volver para las fiestas y ahí quedarnos unos 10 días más. Lo más importante era poder estar un rato con Mariana y Diego y disfrutar a esa beba hermosa que tienen.
Taupo es una ciudad bonita a la vera del lago más grande de Nueva Zelanda, famoso por sus truchas y donde se practican diversos deportes acuáticos. Antes de llegar a la ciudad, almorzamos unos magníficos “prawns” (langostinos) en el turístico “Prawn Park”. Aquí ofrecen todo tipo de platos con langostinos criados en piletas especiales que mantienen a 28° con la ayuda de las aguas termales de la zona. Es un tipo de langostino particular traído de Malasia, grandes y carnosos! Además de un restaurant precioso con un gran deck sobre el río y con platos exquisitos, podés probar tu suerte en el golf para ganar algunos miles de dólares kiwis haciendo “un hoyo en 1” desde una plataforma elevada hacia varios hoyos acuáticos posicionados entre las piletas de prawns. No sé qué onda los langostinos con los pelotazos, pero ustedes creían que estaba todo inventado, no?
Muy cerca de ahí se puede apreciar la llamativa Huka Fall. Esta catarata no impresiona por su altura sino por la potencia y caudal que logra al estar encajonada entre paredes de rocas; aunque lo más bello de observar es el color glaciar de sus aguas.
En la ciudad de Taupo descansamos un rato, con la grata compañía de unos mates, frente al lago, enseñándole a Kala a tirar piedritas al río. Pero había mucho viento, así que volvimos a la ruta para conducir un par de horas más hacia el sur. Hicimos noche en un caserío llamado Taihape, a 3 horas de Wellington. Un día de mucho andar!
Kalita se porta de maravilla: va mirando el paisaje, descubriendo ovejas y vacas por el camino, jugando con nosotros a “¿cómo hace ….?” (los puntos suspensivos se rellenan con toooodo lo que conoce en su mundo de niña, desde un vasto espectro de animales a lo que se nos ocurra que haga sonido (el corazón, la campana, el tren, el bebé, la catarata, el viento… la lista es variada!). Así la divertimos y la distraemos de los momentos de crisis en los que le agarra el “frenesí de la sillita” y ya no quiere saber nada con estar atada al “tutu”. Igual son pocas las veces, sobre todo cuando nosotros nos pasamos de rosca con los recorridos y los tiempos. ¡ Un llamado de atención necesario! Este viaje es también un aprendizaje de cómo viajar en familia, los tiempos cambian, las prioridades se ajustan, los paseos no son generalmente los de los folletos, pero cada segundo tiene otro sentido más profundo.
En “Welli” nos esperaba Mariana con una ricas costillitas de cerdo. Ellos viven en Lower Hutt, un barrio muy bonito de todas casas bajas y algunos centros de compras en las afueras de la ciudad. Aprovechamos a dejar en condiciones la camper y organizar nuestras cosas en la “guest room”. Después del almuerzo, Mariana y Emma nos acompañaron a hacer los trámites de devolución de la camper y de ahí, nos fuimos de paseo al centro. Pasamos a buscar a Diego por el Dominion Post, el diario para el que trabaja, y volvimos a la casa a charlotear y preparar la cena. Al día siguiente, el clima no alentaba demasiado actividades al aire libre, así que Diego nos dejó en el centro rumbo a su trabajo y nos quedamos visitando Te Papa, un museo enorme muy interesante sobre aspectos de Nueva Zelanda, desde arte Maorí, pasando por la historia sísmica del mundo y cómo llegó a afectar a este país, hasta juegos interactivos para nenes enseñándoles sobre la importancia del reciclaje (y muchas cosas más que quedarán para nuestro regreso). En la zona de niños fue donde más disfrutó Kala obviamente, podía tocar cuanta pantalla de computadora se le cruzara en el camino (eran touch screens), y jugó con una nena japonesa, una francesa y otra maorí adentro de un corazón de ballena a escala real. Una mezcla de lenguas que para los niños no es una barrera. Hablando de lenguas, Kala aprendió a decir “bye -bye”, ahora estamos trabajando en el “hello”.
En Wellington en realidad estuvimos solo un par de días porque vamos a volver para las fiestas y ahí quedarnos unos 10 días más. Lo más importante era poder estar un rato con Mariana y Diego y disfrutar a esa beba hermosa que tienen.
Por ultima vez, intentaré hacer algun comentario, pues empecé escribiendo mucho y nunca pude mandar nada, asique no quiero arriesgarme....todo "divain" sigan asi besitos
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